Wednesday, August 27, 2008

Preferencias Prestadas


( síntesis del loops para la web)

Este loops fue realizado y presentado por vez primera en la feria de Interarte 2002
Project Room de la Comunidad Valenciana




Sunday, July 27, 2008

MAGIA CONTRA GLACIACIÓN.

Una aproximación al imaginario cibernético de Deborah Nofret.

Fernando Castro Flórez.

Flusser consideraba la telemática como una técnica que haría posible la utópica construcción de una sociedad basada en la realización de unos en otros, esto es, la supresión de la ideología de uno mismo en favor del diálogo con el otro o, mejor, de una realización intersubjetiva. Si en la sociedad de la información tan sólo se llega a una "agrupación" predominará el mal gusto y la brutalidad, "sin embargo, si la conexión consigue penetrar en los medios de comunicación de masas y traspasarlos; y si las islas conectadas, como los terminales informáticos, los circuitos de video o los hipertextos, pudieran desintegrar las agrupaciones, entonces la sociedad de la información utópica, en la que podemos realizarnos entre nosotros,irrumpiría a nivel técnico y, a partir de éste, también existencial, en el ámbito de lo posible". Frente a esta "esperanza" aparecen visiones extremadamente crítica con la cibercultura, que no sería otra cosa que un estadio mutante de la sociedad del espectáculo, empleando las mismas técnicas de neutralización de lo que se le opone, al mismo tiempo que produce una deriva fetichista: "Lo "virtual" de lo que tan a menudo se habla, no sólo es el resultado del triunfo de lo "espectacular" (falso verdadero o verdadero falso), sino del crecimiento de una palabra precaria, parásita, sobre todo deslegitimada, dispuesta a convertirse en retórica del conformismo, sierva de la opinión, cuyo cinismo carece incluso de la capacidad de persuasión que la sofística inventó para "curar"". La nuestra es una cultura domesticada o absorta con los dispositivos técnicos, sosteniendo un discurso de corte claramente naif, en el que cualquier perspectiva escéptica es segregada como meramente "anticuada".
Todavía es difícil caracterizar las nuevas formas del poder en la sociedad telemática, donde se trenza una red que está cambiando nuestro modelo de cultura, que algunos han denominado comunidad virtual. Estamos asistiendo al despliegue radical de una estrategia que tiende a homogeneizar y a imponer la banalidad, en una combinación sin fisuras de conformismo y "despolitización", siendo dominante la intervención de una narratividad televisiva que "hablando con propiedad, no va destinada a nadie en concreto y de que nadie ha pensado ni pretendido nunca conseguir semejante objetivo". Cada día se propaga más el culto al voyeurismo y la estética de la espontaneidad populista, esos retazos de vida, reducidos al ridículo, ansiosos de conseguir el placer del voyeurismo o, para ser más preciso, llegar a esa identidad del ser visto por todos, electrónicamente, a distancia, comprimido entre risas enlatadas, publicidad y gestos grotescos del presentador que sin camuflajes arroja a cada cual una importante ración de insultos. Deborah Nofret utiliza el instrumental cibernético para realizar una expansión de lo fotográfico y, sobre todo, para componer un inmenso fresco que corresponde al (fragmentario) retrato colectivo de una época posthistórica. En el fenómeno translocal de la virtualidad el tiempo ya no está constituido por acontecimientos sino por puras eventualidades, una temporalidad sintética que confunde el tiempo de la máquina con el del sujeto, que, en cierto sentido, llevaría al artista a reubicarse en la hibridación (entre lo real y lo virtual), actuando sobre la trama epistemológica finisecular. En ausencia de utopía, al seguir siendo las cosas contingentes y desiguales con sus propios conceptos, la crítica o el procedimiento alegórico adquiere el rango de deber.
En vez de hablar de clausura de la representación es preciso comprender que se ha impuesto un arte terminal. La estética de la desaparición característica de lo que Weibel llama la era de la ausencia, asume que estamos en transformación, navegando por nuevos terrenos, como el double digital, en la disolución del cuerpo o en sus mutaciones, como es manifiesto en los rigurosos planteamientos artísticos de Deborah Nofret, contemplando la dificultad para dotar al tiempo de plenitud. Acaba planteándose una encrucijada para el arte del fin de siglo: "no ya vanguardia o tradición. Sino compromiso, formal y temático, con una nueva sensibilidad temporal, con un uso creativo (y, en consecuencia, crítico) de las imágenes. O desaparición en la técnica, fundido en esa unidad técnico-comunicativa que constituyen los lenguajes hiperestetizados de la cultura de masas. En definitiva, estamos asistiendo al necesario nacimiento de una nueva moral de la actividad artística o a su disolución". Deborah Nofret, con una lucidez singular, revisa un género tradicional como el retrato, haciendo uso de la capacidad mutante propia del dispositivo digital, componiendo una singular alegoría sobre un tiempo de incomunicación. Sus rostros están tatuados con códigos de barras, mensajes de textos, teléfonos fantasmáticos, espejismos que tienen la forma de televisores. Ella se implica en esa imagen procesual desde una apelación a los rituales, en un raro sortilegio que podría interpretarse desde claves chamánicas. Y es, precisamente, esa mezcla de lo hipertecnológico y el ritual, recobrado desde la dimensión del (post)performance, la clave del proyecto estético de Nofret que se aparta tanto de la ortodoxia del glamour y la banalidad cuanto del ilusionismo exhibicionista tan característico del net-art.
Sabemos que mientras el arte tradicional se ha centrado en la apariencia de las cosas y en su representación, "las artes en soporte digital y publicitadas en la red, como recordaba Roy Ascott, tratan de los sistemas interactivos, de la transformación y el cambio, del observar y del devenir". En una sociedad tan competitiva como la nuestra el sujeto, aunque sea un cyborg o un mutante mediático, como parece proponer Deborah Nofret en cierta proximidad con planteamientos post-feministas, está empujado a la soledad y a la actitud de desconfianza permanente. Por otro lado se ha señalado que personas separadas entre sí por el espacio y por el tiempo se descubren capaces, gracias a herramientas como Internet, de decir "lo que a menudo no pueden decir cara a cara". Pero no basta con la complicidad del anonimato para dar respuesta a los interrogantes anteriormente planteados, necesitamos superar el poder cínico de ese "liberalismo tecnológico" que no es capaz de percibir el lado siniestro de las utopías que pone en circulación. La poética de bricolage de Deborah Nofret sensualiza la fría superficie de lo cibernético, traza alegorías políticas, por ejemplo en su serie Yo soy la mujer afgana (2001), entra en el vértigo de las identidades y, al final, ofrece un caleidoscopio hipnótico, en el que aparecen la voluntad de comunicar, el ojo cerrado y el labio que espera el cumplimiento del deseo que siempre remite al otro. Sus intensos retratos fractalizados imponen la geometría (inestable) de la pasión en un momento en el que la Gran Demolición impone, sucesivamente, el miedo y la venganza irracional. Deborah Nofret, maga cibernética, despliega un imaginario seductor, impar, memorable, esto es, una línea de resistencia contra la glaciación.

Publicado en la Revista,ARTE CUBANO 1/2004

Preferencias Prestadas

Wednesday, September 26, 2007